El nombre de Marcos Martí Rodríguez se pronuncia con respeto. Primero, por quienes fueron sus compañeros de lucha cuando se preparaban para el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en la región oriental del país. Luego, por testigos de su  asesinato, ocurrido tras los hechos del 26 de julio de 1953.

Marcos Martí nació el 25 de abril de 1934, por lo que en aquella fecha no había cumplido aún los 20 años.

Era el tercero de los cinco hijos de Gudelia Rodríguez y Epifanio Martí, prole que nació en la humilde casita de la finca San José, del municipio de Artemisa.

La  precaria situación económica familiar hizo que Marcos abandonara su pupitre escolar cuando estaba en tercer grado para desempeñar varias labores, y con solo 15 años trabajaba como jornalero en la finca Maravillas.

Enérgico y rebelde

Marcos Martí, a quien sus amigos llamaban “El Curro”, era alto, fuerte y piel curtida por el Sol. Sus compañeros lo recordaban como enemigo de las injusticias, con un carácter enérgico y rebelde, características que lo llevaron a unirse de manera activa a las filas de la Juventud Ortodoxa, en Artemisa.

El golpe de Estado perpetrado por Batista en marzo del 52 fue un gran impacto para Marcos Martí, y a partir de entonces creció su desprecio contra el tirano y su camarilla de asesinos.

El 28 de enero del 53, unos batistianos planearon realizar un acto politiquero en el barrio conocido como Mojanga. Cuando el joven lo supo dijo: “No sé cómo de atreven en esta fecha invocar el nombre de Martí para una reunión de ese tipo”.

Junto a un amigo vigiló la guagua en la que viajaba el grupo ofensivo y con maderos y machetes se enfrentaron para impedirles el paso y que efectuaran el acto.

Asesinado sin pudor

Marcos Martí Rodríguez era muy cariñoso con sus padres. Poco antes del ataque al Moncada invitó a su madre a viajar  juntos a Camagüey,  para visitar a la hermana de ella. Se fueron el 19 de julio y regresaron el 22.

Dos días después, le pidió que le preparara la comida pues tenía que trabajar en el almacén, pero lo cierto era que ese 24 de julio viajaba a La Habana y de ahí se iba para Santiago de Cuba.

En el  juicio por los sucesos del Moncada, Julio Díaz, uno de los combatientes artemiseños, declaró que vio cómo mataron a Marcos Martí, pues ambos sobrevivieron por la ayuda de Arturo González, un republicano español que los escondió en la llamada Cueva del Muerto, cerca de Siboney.

Marcos Martí Rodríguez fue el último de los jóvenes apresados, luego del asalto al Moncada, al que asesinaron sin pudor.