La Habana, Cuba.- Como la lenta tortuga vence a la liebre en el cuento, así, segundo a segundo, nos va derrotando el tiempo.

Un día nos contemplamos sin apuro ante el espejo y descubrimos de golpe que nos hemos puesto viejos, que crecen nuestras ojeras, que se arruga nuestro ceño, que caen nuestras comisuras, que hay más surcos en el cuello, se nos acortan los pasos y se blanquea el cabello: es el pago por la vida, y hay que pagarlo con crédito.

El crédito es la memoria de que, jóvenes y enérgicos, construimos nuestra obra y sembramos nuestro huerto.

Memoria que nos impulsa a ser jóvenes de nuevo, a no vivir cual pichones recién salidos del huevo, y que desde la conciencia reclama nuevos recuerdos: ¡Levántate y anda, abuela! ¡Levántate y anda, abuelo!