Apenas suena la alarma de la escasez de un producto, aparece un bandolero cargando un pesado bulto donde trae de todo un poco que vende a precio de insulto.

Todo el mundo se pregunta igual que yo me pregunto, de qué mercado provienen y dónde estaban ocultos los artículos que vende siempre con recargo adjunto.

Es traficante del miedo y revendedor del susto, que tanteando con cautela propone con un murmullo carnes de todos los tipos, latas de todos los gustos, pescados de mar y río, y granos de todo el mundo, confituras extranjeras, postres, exóticos frutos…

La cosa es no trabajar, vivir de vago absoluto, andar de acá para allá recostado a todo el mundo, inventando todo el tiempo porque el trabajo es muy duro.

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