No fue un hecho aislado que Fidel respondiera a los sátrapas de la tiranía cuando lo enjuiciaban por la acción del Moncada: Nadie debe preocuparse de que lo acusen de agente intelectual de la Revolución, porque el único responsable de ella es José Martí.

Ni tampoco cuando Juan Almeida respondió: Yo declaro bajo juramento que participé en el asalto al Moncada y que nadie me indujo a no ser mis propias ideas, que coinciden con las del compañero Fidel Castro Ruz, y que en el caso mío provienen de las lecturas de obras de Martí.

No cabe duda de que la raíces martianas estaba en los jóvenes de la Generación del Centenario.

En ellos irradiaban los conceptos políticos que el Apóstol planteó en sus cartas-testamentos a sus amigo Federico Henríquez Carvajal y Manuel Mercado en 1895.

El testamento martiano

El doctor Rodolfo Sarracino considera que por el carácter abarcador de su síntesis de aspectos relevantes de su vida y, sobre todo, de lo hecho y pendiente por hacer en la organización del esfuerzo por la independencia de Cuba, las cartas de Martí a Manuel Mercado y Federico Henríquez Carvajal se consideran el testamento político del Maestro.

Evitar que las garras estadounidenses se extendieran por Latinoamérica, la necesidad suprema de liberación de nuestras tierras y la más perfecta unión de los latinoamericanos sobresalen en esos textos.

También destacan la urgencia de fusionarse por encima de diferencias y diversidades innatas, así como imbricarse en lo económico, social y político como única salvación.

La Generación del Centenario alcanzó esas reivindicaciones. Para América Latina aún están pendientes.