La Habana, Cuba.- Con el paso de Antonio Maceo a territorio de Las Villas, después de burlar de manera magistral la Trocha de Júcaro a Morón a finales de noviembre de 1895, el Contingente Invasor  se reunía con Máximo Gómez.

El Generalísimo ya se había encargado de unir y poner en pie de lucha a los patriotas villareños. La fuerza principal que trasladaría hacia Occidente el teatro de operaciones, estaba lista.

De forma combinada, el maestro y su discípulo se encargarían de poner en jaque a las tropas hispanas. El combate de Iguará, el 3 de diciembre; el de Manacal el 11; y el de Siguanea el 13, abrieron para las huestes cubanas las puertas a la jurisdicción de Cienfuegos.

En las llanuras cercanas a Cruces, en el sitio conocido por Mal Tiempo, se entablaría una batalla donde brillaría el acero de los machetes mambises, el 15 de diciembre de 1895.

Una patria libre

La batalla de Mal Tiempo demostró que el ímpetu arrollador del Ejército Libertador resultaba indetenible, aun cuando contra él, los colonialistas lanzaran soldados en proporción de 50 a 1.

También rompió el mito de la efectividad de la formación en cuadro con las bayonetas caladas de los fusileros hispanos. En Mal Tiempo, el 15 de diciembre, entre Gómez, Maceo, Serafín Sánchez, Luis de Feria, y otros oficiales, le infligieron a Arsenio Martínez Campos una derrota estratégica que lo desbancaría del cargo.

La victoria fue relampagueante; el combate duró cerca de 3 horas, y las tropas españolas tuvieron casi 300 bajas; además se les ocupó gran cantidad de pertrechos bélicos y destruyó un tren enviado como refuerzo.

Nada impediría el avance hacia Matanzas, hacia Occidente. Para los cubanos, vencer no constituía una opción, sino la certeza de tener una Patria Libre.