En la actualidad es muy común confundir un cleptómano con un ladrón ya que ambos roban, sea de manera profesional o amateur.

Hay personas que por experimentar o simplemente por competir cometen pequeños hurtos, pero si ese comportamiento pasa de lo anecdótico a convertirse en algo habitual, puede estar escondiendo una verdadera enfermedad mental, conocida como trastorno del control de los impulsos, o simplemente cleptomanía.

Esta, más común en mujeres que en hombres, suele iniciarse entre la adolescencia y los años inmediatamente posteriores, de ahí la importancia que tienen los padres a la hora de reconocer los primeros síntomas de esta enfermedad, en la que el hijo trae a casa objetos sin que sea capaz de dar una razón convincente sobre cómo los adquirió.

Contrario a lo que se piensa, actos como mentir o robar pueden tratarse de adicciones que quienes lo padecen no pueden controlar.

Buscar el camino correcto

La cleptomanía es un trastorno psicológico por el cual la persona, denominada cleptómana o cleptomaníaca, tiene una conducta repetitiva de apropiarse de aquello que le es ajeno.

El ladrón compulsivo acumula los objetos robados o los devuelve de forma espontánea y su propósito no es lo que malversa sino la sensación que experimenta cuando lo hace. Pero es consciente que robar es un delito y que lo que hace está mal, por tanto, no está libre de culpa, es responsable de sus actos y delinque ante la ley.

La cleptomanía tiene negativas consecuencias sobre la persona que la sufre, ya que todos a su alrededor pierden la confianza y conlleva a un gran rechazo social.

Ante la sospecha de alguien cercano con ese trastorno, la mejor manera de ayudarlo es aconsejándolo de ir al médico para que sea éste quien ponga el tratamiento que ayude a controlar ese mal.

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