Por: Sealy Gardón

La Habana, Cuba. – Julio Acanda lleva estampada en el pecho la premisa de que cronicar es salvar, aunque quizás no lo sospechaba en su infancia y adolescencia, cuando se sentaba frente los micrófonos de Radio Caribe, en su Isla de la Juventud, a donde regresara tantas veces para contar sus encantos desde la intimidad que da haber nacido allí.

Aprendió en las cabinas de esa emisora local el valor de la disciplina, para él un factor clave en el periodismo. En su juventud no sabía exactamente si se llamaba así la profesión que combinaba las ganas de escribir con el deseo de estar en los medios de comunicación, pero se le presentó el camino y comenzó a andarlo.

Un profesor de la Universidad le creó una nueva disciplina, al sugerirle que para ser verdaderamente bueno debía leer 300 páginas semanales.

Aún hoy, en la vorágine del diario vivir, Julio Acanda dice cumplir ese mandamiento.

La crónica siempre va a trascender

Julio Acanda se creó la disciplina de buscar lo que nadie ha dicho, visto o filmado para contarlo, se lo impuso. Dice siempre que la crónica es el género que va a trascender porque hoy la información se mueve cada vez más rápido, gracias a Internet, ahora el espacio de mayor inmediatez.

Por tanto, los medios aportarían más si se acercaran al matiz opinativo: reportaje, comentario, reseña. La crónica va directo a la gente por su valor humano, por eso perdura y por eso él apuesta por ella.

No obstante, aclara Acanda, hágase el género que se haga, el periodista debe estar comprometido con su público; sin eso se convierte en un relacionista público, un propagandista.

Ese profesional comprometido es el que visualizaron grandes como Hemingway o Martí, cuya base ética estaba en entregar la verdad.

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