En el catálogo humano nunca falta esa persona que se cree muy talentoso y de sapiencia blasona, pues del cielo y de la tierra dice sabérselas todas.

Debatir le da alegría, polemizar le apasiona, y discute de billar tanto como de pelota, pues dice saber las reglas de corrido y de memoria.

Lo mismo de medicina que de música o de modas, establece sus criterios, sus ideas y sus normas, no por ser más acertado, sino su arrogante forma de interrumpir a los otros para imponer su retórica.

Sin embargo, la razón de actitud tan lastimosa es que a pesar de tener de inteligencia una cuota, no llegó a nada en la vida aunque aspiraba a la gloria.

Tan patética conducta, aunque a todos incomoda, aquellos que la padecen prefieren callar la boca y dejar al sabichoso con las dudas que provoca.