La memoria devuelve la presencia de los ausentes. Foto: Raúl Menchaca

El Cementerio de Colón, la principal necrópolis cubana, tuvo este domingo una inusual afluencia de personas que transformaron el habitual paisaje de tranquilidad y silencio del céntrico camposanto habanero.

Como cada año, el segundo domingo de mayo, miles de cubanos de todas las edades colman los cementerios para rendir homenaje a las progenitoras fallecidas, un simple ritual de recogimientos que incluye, en muchos casos, colocar flores o limpiar las tumbas.

No pueden faltar flores en la tumba de la madre perdida. Foto: Raúl Menchaca

Para muchos, esa visita anual es una tradición familiar aprendida desde niño y dejar un ramo sobre las tumbas es un acto casi obligatorio en el tributo eterno a la madre o la abuela.

Pocos son los cubanos que en ese día no participan en las celebraciones familiares que, con mayores o menores recursos, tienen lugar en prácticamente todos nuestros hogares desde que se comenzó la tradición en 1920.

La familia se reune alrededor de sus muertos. Foto: Raúl Menchaca

De acuerdo con los historiadores, fue en Santiago de las Vegas, una localidad situada a unos 35 kilómetros al sur de La Habana, donde primero se festejó el Día de las Madres, el segundo domingo de mayo de 1920.

Referencias bibliográficas indican que fue Víctor Muñoz, un conocido periodista de la época, quien publicó, el nueve de mayo de ese año, en el diario El Mundo, una crónica titulada “Mi clavel blanco”.

Muchos comparten unos minutos con quienes ya no están. Foto: Raúl Menchaca

En ese texto, Muñoz señaló que “el día de hoy es el segundo domingo de mayo, que los americanos consagran como el Día de las Madres, y que muchos cubanos quieren destinar al mismo objeto”.

Ese mismo día, el teatro del Centro de Instrucción y Recreo de Santiago de las Vegas se colmó de público que, convocado por varios intelectuales de la localidad, quería rendir homenaje a las mujeres con hijos.

La tumba de Amelia Goyri, La Milagrosa, es una de las más concurridas este domingo. Foto: Raúl Menchaca

Los miembros de aquella institución, alentados por el intelectual Francisco Montoto, patrocinaron un programa donde se recitaron los versos del Héroe Nacional José Martí a su progenitora y el poema “A mi madre”, del intelectual socialista Diego Vicente Tejera.

Al año siguiente, el 22 de abril, siendo Muñoz concejal del Ayuntamiento habanero, propuso y logró instituir el agasajo en toda la capital cubana, aunque en 1928, a propuesta del senador Pastor del Río, la Cámara de Representantes le dio carácter de Ley Nacional, y así el segundo domingo de mayo se oficializó como Día de las Madres.

Una fila de mujeres se acerca a La Milagrosa para hacer sus peticiones. Foto: Raúl Menchaca

En realidad, los cubanos solo copiamos la iniciativa de la estadounidense Anna Jarvis, quien afligida por la muerte de su madre en 1907, inició una campaña nacional por correspondencia para que se declarase una fecha en homenaje a las madres.

Jarvis persistió tanto que obtuvo el apoyo de muchas personas, entre ellas influyentes ministros, congresistas y empresarios, quienes respaldaron la primera celebración oficial del Día de las madres, que tuvo lugar el 10 de mayo de 1908, en una iglesia episcopal de Virginia Occidental, Estados Unidos.

Hay quien prefiere el recogimiento en soledad. Foto: Raúl Menchaca

Ese día, segundo domingo del mes, se cumplía el primer aniversario de la muerte de la madre de Jarvis y nació la tradición de dedicar esa jornada a las progenitoras ausentes.

En la actualidad, la celebración del Día de las Madres ha pasado a ser algo casi obligado entre los cubanos, en una sociedad en la que ellas son vistas, y tratadas, como la parte “más sagrada” de la familia.

Una plegaria por la madre ausente. Foto: Raúl Menchaca

La madre en el recuerdo de hijos y nietos. Foto: Raúl Menchaca.

Miles de personas visitan el Cementerio de Colón en el Día de las Madres. Foto: Raúl Menchaca.

Un ramo de flores reaviva el recuerdo. Foto: Raúl Menchaca