Contamos con un país por el que vale la pena luchar. Foto: Tomada de Radio Santa Cruz

Jorge Luis Borges, el afamado escritor argentino,  nació en el año 1899 y murió en 1986. Quizás por las circunstancias que le tocaron vivir -o más bien sufrir- tituló uno de sus poemas Ya no es mágico el mundo”.

¿Hubo alguna vez un mundo mágico? ¿Eran desesperanzadoras esas siete palabras de Borges? ¿Es un error trasladar esa frase a este –otro- tiempo, nombrarla y pensar en Cuba? ¿Supondría eso desaliento y resignación ante una realidad que a veces parece demasiado dura?

Las respuestas, o al menos las absolutas, no la tiene nadie; pero lo cierto es que definitivamente, nuestro entorno no es mágico.

Dice mucha gente que el verdadero “pulso” de una sociedad se percibe en determinados escenarios y circunstancias; que en Cuba es necesario caminar por los mal llamados barrios marginales, enfrentarse todos los días al transporte público, andar de cola en cola y un interminable etcétera para saber cuáles son los auténticos valores y pensamientos del pueblo…En fin, cuando alguien decide observar en la oscuridad, lo único que ve –si es que eso se le puede llamar ver- es un todo negro.

La otra cara de la moneda está en quienes creen que es mágica nuestra cotidianidad. -Es verdad que Cuba es un paraíso, mira los niños como juegan solos en los parques, que bueno sería vivir así tan tranquila-, afirmaba, en las inmediaciones de la calle Línea, una extranjera de origen francés con el beneplácito de una cubana que la acompañaba. Ellas escogieron mirar en la claridad, hablan de seguridad, de educación, de salud, de solidaridad y también de un interminable etcétera. Para ambas, el sol no tiene manchas.

Los cubanos nos hemos movido casi siempre en extremos, desde lo “casi perfecto” hasta lo “insalvable”, relegando los términos medios. Dicen algunos historiadores que ya en aquellos años de la Guerra Grande el General Máximo Gómez reconocía esa característica nuestra: “El cubano cuando no llega, se pasa”.

En el archipiélago el escenario es complejo y para nadie es un secreto que muchos factores asociados a la calidad de vida deben mejorar; pero solo un ciego no se daría cuenta de que el país se está moviendo, unas veces más rápido, otras más lentas; en ocasiones en dirección correcta y en otras no tanto: pero la inercia se ha ido rompiendo.

Las críticas genuinamente constructivas no pueden cesar, ellas benefician más que los falsos elogios. Pero tratemos también de recordar lo que nos ha hecho diferente: toda Cuba se movilizó para socorrer a los afectados por el huracán Matthew, muchos vecinos auxiliaron a otros en las últimas penetraciones del mar ocurridas en La Habana, miles de personas han decidido emprender negocios privados en la isla, aun teniendo otras oportunidades fuera de ella…

Es verdad que si hubo un tiempo mágico, definitivamente, este no lo es. También sería absurdo que una sola voz propusiera soluciones o alternativas de mejoras cuando el debate público (en el sentido más abarcador de la expresión) continúa siendo una deuda pendiente.

Pero si de algo depende el futuro es de no olvidar los matices, de cuestionarlo todo, de exigir respuestas a las preguntas correctas y más que nada, de creer que contamos con un país por el que vale la pena luchar.