¿Acuden las personas a la Feria por los libros? Foto: Tomada de Cubadebate/Arlet Castillo

Sin medias tintas: La Feria Internacional del Libro de La Habana se convierte, con el paso de los años, en otra “cosa”. Y es que si, la palabra “cosa” en sí misma no dice nada, sería difícil calificar esta XXVI Feria, que llamamos del Libro.

Al menos en su sede principal, la Fortaleza San Carlos de la Cabaña, el ambiente se confunde: pudiera decirse Feria del Libro, pero también Feria Gastronómica o Feria del Souvenir que, para no variar, aluden a elementos de culturas foráneas.

En la pasada edición del evento más masivo de la literatura en Cuba, el protagonismo se lo llevaron los clubes españoles de fútbol Barcelona y Real Madrid. Es más, cualquiera hubiese pensado que la Feria estaba dedicada a los equipos más mediáticos de la actual Liga Santander y es que por doquier se comercializaban productos relacionados con esos conjuntos.

Este año el centro del foco fue compartido entre esos clubes, los Minions y otros afamados personajes animados de cualquier lugar del mundo, menos de Cuba, aunque para evitar las dañinas arbitrariedades supondremos que Elpidio Valdez o el Capitán Plin estaban en algún rinconcito, opacados por sus primos, “los de afuera”.

Es desalentador el panorama general –sin aludir a los libros-, pero no todo puede catalogarse de manera negativa.

De acuerdo con las estadísticas ofrecidas por el presidente del Instituto Cubano del Libro, Juan Rodríguez Cabrera, en esta ocasión asistieron al recinto ferial más de 415 mil personas, cifra que superó la registrada en el evento anterior. Además, informó que en 11 días se vendieron más de 300 mil ejemplares.

Dignos de destacar fueron también los merecidos reconocimientos al destacado intelectual Armando Hart, Premio Nacional de Periodismo, actual presidente de la Sociedad Cultural José Martí y en definitiva, la figura a quien, justamente, se dedica esta Feria.

Del mismo modo, pueden catalogarse como positivas las constantes referencias al ideario del líder histórico de la Revolución Fidel Castro, quien fuera un lector incansable.

Muy positiva también fue la presencia del país invitado de honor, Canadá, que recibió el Gran Premio a mejor stand de la Feria por su originalidad, uso eficaz del espacio e interacción con el público y además, presentó variadas ofertas literarias.

Sin embargo, esos elementos –de incuestionable valía- no son suficientes, al menos no lo son para responder a interrogantes que, año tras año, quedan sin respuestas: ¿Acuden las personas a la Feria por los libros? ¿Esas colas maratónicas son para obtener un ejemplar, para “ver lo que aparece” o para pasear?

De hecho, Rodríguez Cabrera reconoció que “para próximas ediciones aún hay que trabajar en una oferta más variada y acabar con la presencia de objetos que no tienen que ver con el sentido original  del evento”.

Es completamente comprensible que en un espacio como la Fortaleza San Carlos de la Cabaña no falten las opciones gastronómicas, la música y las diversas alternativas recreativas para los niños; pero, ¿por qué siempre queda el amargo sabor de que todo es más importante que los libros? ¿Por qué los mejores ejemplares no están al alcance del bolsillo de un cubano medio?

Y peor aún, ¿por qué todos los años terminamos haciéndonos las mismas preguntas? Seguramente alguien ya lo dijo: La Feria del Libro es un espacio que hay que rescatar de la banalidad.

Como afirmara el ministro de cultura Abel Prieto al diario Juventud Rebelde, “La Feria es un espacio para los libros, para la lectura, para las artes. Es un hecho cultural. La mercadotecnia desmedida puede convertir en una caricatura aquel sueño fundacional de Fidel. No lo podemos permitir”.

En una Revolución que tuvo entre sus primeras metas alfabetizar al pueblo y en un país donde los estándares de la calidad en la educación –perfectible como toda obra humana- están a la altura de las naciones más desarrolladas es casi impensable, por no decir alarmante, que la gente manifieste poco interés por la lectura.

A partir de ahora La Feria del Libro recorre 15 sedes a lo largo de todo el país, hasta su clausura oficial en Santiago de Cuba el 16 de abril. Ojalá en las provincias el ambiente sea diferente.