La Habana, Cuba. – Desde el balcón de su casa, hace meses Anaeli presencia un espectáculo que se repite día a día: las colas interminables para acceder al bodegón de la esquina. Ni siquiera mermaron en los momentos más complejos del enfrentamiento a la pandemia del nuevo coronavirus.

Sabe que esa misma situación se reproduce en establecimientos comerciales de todo el país, agudizada por el accionar de personas inescrupulosas que se aprovechan de las limitadas disponibilidades de productos de primera necesidad, para copar los primeros puestos en las colas y asegurarse su buena tajada como revendedores de turnos o de mercancías.

Pueden ser vecinos de la zona siempre prestos a marcar desde el día antes, o ciudadanos que incluso residen en otros municipios y muestran una operatividad sorprendente.

En las noches o madrugadas saben escabullirse por pasillos y escaleras, para no ser detectados por la patrulla de la policía.

Intolerantes con los revendedores

En las condiciones económicas en que vive Cuba -agravadas por la crisis mundial de la Covid-19 y el reforzamiento del bloqueo estadounidense- sólo repulsa merecen los coleros y revendedores, una lacra que urge extirpar de una vez.

Cierto es que -con la intención de ordenar las colas- se cuenta con el apoyo de la policía y se han probado varias iniciativas para la distribución de los turnos, incluidos controles mediante aplicaciones digitales.

Pero la realidad es que la indisciplina y las ilegalidades persisten, mientras el malestar en la población crece. Quienes han hecho de las colas un negocio lucrativo -al acaparar mercancías para ofertarlas a precios abusivos- cometen actos delictivos y como tal deben ser enfrentados.

Hay que cerrarles la brecha a coleros y especuladores. Es una urgencia, en bien de la salud de la sociedad cubana. 

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