Valle de Viñales en Pinar del Río. L. Hernández

Valle de Viñales en Pinar del Río. L. Hernández

Cuba es realmente hermosa, su paisaje así lo demuestra; y en ese sentido se destaca Pinar del Río. La tierra vueltabajera en el extremo occidental del país posee un relieve variado pero con pronunciadas montañas como se evidencia en la Sierra del Rosario y el Valle de Viñales.

En mi período universitario conocí a muchos pinareños, y nada tenían que ver con las bromas cubanas que los hacen pasar por inocentes. Alejado están los de la tierra del tabaco de serlo, más bien son calurosos, fraternales, hospitalarios, inteligentes, y muy jaraneros.

Para celebrar la culminación de mi carrera elegí Viñales, tan descrito por mis amigas de la beca y que no tenía el placer de conocer. Mi viaje fue largo, pero valió la pena.

Este valle y gran parte de la sierra que lo rodea fue aprobado en 1999 como uno de los Parques nacionales de Cuba y en diciembre de ese mismo año fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco.

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Mural de la Prehistoria, Pinar del Río. Foto: L. Hernández

Un viaje en el tiempo

A más de 20 kilómetros está Viñales de la ciudad de Pinar. La carretera es estrecha y con pronunciadas curvas. El clima es refrescante aunque sea verano, en pocos tramos alcanzas ver el sol porque los árboles cubren las laderas. Cada loma que ves parece única y al mismo tiempo igual que las demás; pero hay dos significativas alturas montañosas reconocidas por los visitantes, las lomas Dos Hermanas.

 

Y justamente ese era mi destino, la base de campismo que está en la falda de Dos Hermanas, desde donde puede observarse el Mural de la Prehistoria.

La majestuosa obra de 120 metros de altura, dibujada sobre rocas del período jurásico, asoma entre las montañas. Creada en 1959 por el pintor y científico Leovigildo González (discípulo del muralista mexicano Diego Rivera) soportó las inclemencias del tiempo, gracias a su sistema de drenaje, que evita la acumulación de agua entre las piedras del conjunto artístico.

No faltó ni un solo día en que visitantes cubanos y extranjeros no fueran hasta el mural, y como no ir, si es realmente mágico, cautivador, impresionante. Además en esa zona no sólo está el mural, variadas ofertas recreativas acogen el lugar, porque puedes escalarlo, montar a caballo y disfrutar de las ofertas gastronómicas.

Río de la Cueva del Indio, Pinar del Río. Foto: L. Hernández

Río de la Cueva del Indio, Pinar del Río. Foto: L. Hernández

Para ser sincera, el mural de la prehistoria no fue lo que más me gustó, es que las propias ganas de visitarlo me habían hecho verlo tantas veces en imágenes, que estar frente a la gigantesca pintura me fue común. Lo que realmente me gustó fue la Cueva del Indio, enclava en uno de los macizos montañosos y atravesada  por un río.

La entrada a la cueva provocaba temor, parecía de cuentos misteriosos en los que un grupo de chicos se aventuran buscando un tesoro, pero para mí el mejor tesoro era compartir esa experiencia con mis amigos, que ya la habían visitado una y otra vez pero que al igual que yo, descubrían nuevas imágenes.

El guía se la sabía de memoria, claro, es su trabajo, pero lo hacía bien.

-“Ahora pueden observar al caballito de mar que quedó disecado en una de las paredes de la cueva. Y por acá están las Tres Carabelas de Cristóbal Colón, esta fue la zona que eligieron para descubrir a la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto”.

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Casa de Tabaco, Pinar del Río. Foto: L. Hernández

No se equivocaba el divertido guía que manejaba el bote, porque Pinar del Río es una de las tierras más hermosas que mis ojos han visto, con sus casas de tabaco por todos lados, sus calles limpias, su olor a alegría, porque es lo que se respira.

Me siento satisfecha de haber visitado esa ciudad, pero aún me quedaron lugares pendientes, y no descansaré hasta volver, porque no me basta con conocer su corazón, quiero ser testigo de todo su ser.

Atardecer en Dos Hermanas, Pinar del Río. Foto: L. Hernández

Atardecer en Dos Hermanas, Pinar del Río. Foto: L. Hernández