La Habana, Cuba.-  Alcohol, tabaco, medicamentos, drogas… la puerta de entrada a las adicciones está al doblar de la esquina, aunque comparativamente aún ese no es un problema grave en Cuba.

No obstante, la proliferación de la drogo-dependencia entre los jóvenes ha encendido una alarma por aquello de que hay que poner el parche antes de que salga el grano.

Y eso es una responsabilidad de toda la sociedad, obligada en todos sus estamentos a velar por la salud de cada individuo, que en definitiva es cuidar la sanidad colectiva.

Desde la familia, que es el más importante eslabón de una cadena de protección, hasta el Sistema Nacional de Salud, universal y gratuito, todos tenemos que cerrar filas para evitar males mayores como los que desangran a sociedades muy cercanas a nuestras costas y que miran con admiración la capacidad de la isla en el enfrentamiento a las adicciones.

Del placer a la dependencia

No hay tamarindo dulce, ni adicción positiva, aunque esta sea a los juegos electrónicos.

Es cierto, ya lo han dicho hasta el cansancio científicos de todo pelaje, que en un inicio el consumo produce una sensación de placer que poco a poco se transforma, con el aumento de la tolerancia, hasta convertirse en una dura dependencia que tiene expresión física y sicológica.

Un adicto, aunque no lo sepa, es un enfermo que arrastra un pasado de efímera felicidad y vive en un presente de oscuro futuro, a riesgo de la vida.

La vulnerabilidad varía de una persona a otra, al igual que los factores de riesgo, pero el mejor antídoto son la prevención y la acción familiar y social en especial entre los adolescentes.

Lo mejor es evitar llegar al tratamiento de las adicciones, porque algunas son malas, pero otras… son peores.

Etiquetas: -