La Habana, Cuba. – Mucho se insiste en apelar a la conciencia individual y colectiva para ultimar de una vez a ese enemigo invisible llamado SARS COV 2.

Elevadísimas cifras de muertes y contagios en el mundo confirman la gravedad de una pandemia que sigue cobrando víctimas mientras no aparece la añorada vacuna.

Sin embargo, a la escasa percepción de riesgo se suman hoy la irresponsabilidad e indisciplina sociales que han dado al traste con el esfuerzo de quienes luchan por preservar la salud, a veces a riesgo de sus propias vidas. Insulta apreciar el mal uso o desuso del nasobuco en personas deambulando por las calles como si desconocieran las más recientes noticias.

Irrita el desinterés y la apatía de aquellos que piensan que el daño ajeno no les tocará nunca y retan a las autoridades en franco desacato a regulaciones y leyes protectoras de la ciudadanía.

Querernos de lejos

El distanciamiento social continúa siendo el mejor medicamento contra la pandemia de la Covid-19.

Mantiene vigencia el llamado a quedarse en casa y el impedimento de aglomeraciones en lugares públicos para poder cortar la cadena contaminante de un mal sin rostro visible.

El lavado frecuente de las manos, la desinfección con hipoclorito y el uso de la mascarilla facial o nasobuco marcan la prioridad en esta larga y desgastante batalla que no admite concesiones ni improvisaciones, sino todo lo contrario.

Actuar de manera responsable tiene que ser el principal objetivo de cada uno de nosotros en aras del bien común, por el derecho a la vida que tenemos todos y que un minúsculo grupo de indisciplinados no puede poner en juego por capricho absurdo.

Es hora de desterrar la inocencia y señalar al transgresor por su nombre.

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