Internet tiene riesgos en la búsqueda del amor

La Habana, Cuba. – Ufana, Esther María asegura que tiene casi 300 amigos en las páginas socializadoras de Internet, cada vez más abundantes y promiscuas.

La pobre señora, que invierte una buena parte de su día en recibir y responder mensajes en su mayoría digeridos y reenviados, ignora a qué peligros somete su privacidad y la seguridad de su familia, incluyendo su computador, expuesto a los ataques cibernéticos que proliferan cada día.

Sin negar que Internet pudiera posibilitar el conocimiento de personas decentes y bien intencionadas, creo que es como tratar de capturar al camarón encantado con la red de redes.

Hay que ser muy ingenuo para suponer que sin escuchar, observar, conversar, debatir, departir, convivir, palpar y hasta oler a otra persona es posible conocerla, o tener al menos nociones reales de sus intereses y personalidad.

Naufragar en Internet

Para combatir la soledad y las frustraciones de su vida, Esther María –la mujer de nuestra historia- navega por Internet echando la red desolada de su vida en las redes cibernéticas… a ver qué pesca. Pero probado está que el amor y la amistad (que tienen la misma raíz semántica y social y sólo los diferencia el intercambio carnal) son realmente posibles en el contacto continuado, cara a cara, mano a mano, codo a codo, día a día.

La amistad, como el amor, son como el vino: más exquisitos cuanto más añejos; y exquisito es aquello que nos proporciona verdadero deleite, inefable placer, satisfacción incomparable.

Los amigos y amores de largo tiempo asientan en nosotros mosto y raíces que no se venden en Internet, ese infinito océano donde la mayoría de los navegantes son náufragos de la amistad y del amor.