Los padres son los primeros formadores.

Los padres son los primeros formadores.

La Habana.- En Cuba, niños y niñas tienen garantizados desde que nacen el cumplimiento de sus derechos a la vida, a la protección y al más pleno  desarrollo.

Hoy por hoy, la calidad de la educación ha dejado de ser solamente un problema pedagógico para convertirse  en un asunto económico y social si tenemos en cuenta la necesaria formación, con los más altos niveles posibles, de las futuras generaciones.

No hay dudas de la importancia que tiene la educación temprana en la formación infantil. Los logros a esas edades sustentan su pensamiento y su desarrollo futuro.

Y esas primeras nociones de valores e identidad las recibe en el hogar con el aprendizaje temprano de comportamientos que son, a su vez, base de cualidades personales como el respeto y la decencia.

Un valor preventivo

La educación en la etapa temprana y prescolar tiene un valor preventivo, pues permite detectar posibles desviaciones del desarrollo infantil e influencias negativas en la vida familiar, facilitando así su atención tanto educativa como social. Además de constituir una manifestación de equidad y respeto a sus derechos.

Bien sabemos que los padres son los primeros formadores, responsabilidad que descansa en el seno familiar, a partir de influencias instructivas bien dirigidas, de una autoridad justa y de conductas auténticas.

Un ejemplo claro de esa formación personal desde la niñez lo encontramos en la formación de valores en sus distintos periodos etarios, muy imbricados con la instauración de hábitos y normas de convivencia que también deben trasmitirse. Herencia que no se borra y nos acompaña a lo largo de la vida.

Desde el ejemplo

Cada edad debe lograr las formaciones esenciales que le corresponden. Por ejemplo, la identidad, el sentido de cubanía requiere ser establecida en los seis primeros años de vida, porque es una formación fundamentalmente emocional.

A esas edades, el niño no tiene claro determinados conceptos ni es necesario que se les explique qué son, su importancia y sus formas de manifestación. Pero si resulta ineludible lograr en el pequeño una implicación emotiva ante los símbolos patrios, para estimular en ellos el patriotismo y el respeto como sus principales referentes.

Aunque en la escuela se trabaje para formarlos y mejorar las conductas preconizadas, sus primeros instigadores y auxiliares radican en la casa.

El ejemplo familiar, las cualidades y guías de cada uno de sus miembros resultan valederos.

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