Aquel fresco día de febrero, Gerardo Abreu Fontán realizaba uno de sus acostumbrados recorridos por La Habana.

Al  tratar de abordar un ómnibus en la calle Infanta, el joven luchador clandestino se percató de que había sido descubierto y salió corriendo desesperadamente, mientras el combatiente que lo acompañaba, se alejaba en sentido contrario.

Pero la atención de los esbirros estaba puesta en Fontán, al que lograron apresar. Torturado terriblemente, de su boca no salió una sola palabra que representara la delación de los suyos.

De hecho, ofrendó su vida por la causa que luchaba. El 7 febrero de 1958, el cadáver del valiente revolucionario Gerardo Abreu Fontán fue encontrado a un costado del antiguo Palacio de Justicia.

Desde la Juventud  Ortodoxa

Nacido en El Condado, en Santa Clara, Gerardo Abreu Fontán se trasladó niño aun para la capital, donde trabajó en los más disímiles oficios.

En La Habana, el joven se acercó al pensamiento martiano y a los jóvenes de la Generación del Centenario que, como él, se convertían en revolucionarios en la brega de la lucha.

Su amistad con Ñico López lo convirtió en un asiduo del Local de Prado 109, donde la Juventud Ortodoxa de aquellos años se reunía y se probaba en el quehacer revolucionario.

Orientado por Fidel, Ñico López creó las Brigadas Juveniles del Movimiento 26 de Julio. La primera que surgió fue en la barriada de La Punta, en Centro Habana y la dirigió el joven negro Gerardo Abreu Fontán, quien se había convertido en uno de los jefes más audaces de la clandestinidad.

Aquel negrito

Excelente declamador de la llamada poesía negra, Fontán se hizo imprescindible dentro de las Brigadas Juveniles.

Detenido durante un allanamiento, fue soltado al rato por parecerle insignificante al jefe de la fuerza represiva que lo capturó.

A partir de entonces, la detención de aquel “negrito”, como despectivamente lo llamó el uniformado, fue prioridad entre los agentes del régimen. Buscado a toda hora, Gerardo Abreu Fontán se movía por toda la ciudad, cambiando constantemente de refugio.

Ya para entonces había asumido nuevas y más importantes tareas, enfrentando al tirano desde las filas de la clandestinidad, donde era  respetado por su audacia y valentía.

La vida fecunda de este joven ejemplar, cuyo accionar revolucionario fue sinónimo de madurez e integridad, es ejemplo de permanente recuerdo para los jóvenes de hoy.