Decía Martí: “No ha de desperdiciarse ocasión alguna de consolar toda tristeza, de acariciar la frente mustia, de encender la mirada lánguida, de estrechar una mano caliente de amor.

Perpetua obra, obra de todo instante es la ternura. Si no ¡el amor no satisfecho busca empleo!» Y continuaba el Apóstol: “Hay una palabra que da idea de toda la táctica de amor: rocío-goteo. Que haya siempre una perla en la hoja verde; una palabra en el oído, una mirada naciente en nuestros ojos; en nuestra frente, un beso húmedo.

El que así no ame, no será jamás amado. Caerá y volverá a caer, y clamará desesperado, y se perderá en abismos negros, y morirá solo”. “…

El amor tiene una naturaleza propia semejante en algunos puntos a la de la amistad, pero en otros propia y exclusiva, y grandemente superior a ella…”, sentenciaba nuestro José Martí.