Hoy, cuando la televisión ocupa importantes horas de nuestras vidas, es válido preguntarse si el magnánimo invento genera un real problema.

Diversos estudios aseguran que las personas con adictivas conductas a la pequeña «caja” no suelen percatarse de ello, pero con el tiempo acaban limitando su vida en pro de la pequeña pantalla.

Los estudios apuntan que, de manera consistente, casi el 10 por ciento de los adultos se denominan, a sí mismos, adictos televisivos, y como media general, una persona de 75 años habrá pasado 9 años viendo la televisión.

Así es la ironía de ese medio audiovisual: la gente acostumbra a ver mucho más tiempo del que planeaban, aun cuando una prolongada visión sea menos recompensadora.

Atractivo medio, pero cuidado

Los telespectadores se encuentran más relajados con la televisión, pero ese estado acaba cuando se apaga el aparato», concluyó un estudio publicado en la revista “Scientific American”

Debido a la ansiedad, esos individuos pueden experimentar cambios fisiológicos, como sudoración y disminución de la temperatura corporal.

Pero tengamos algo claro: la televisión por sí sola no significa un problema, pues ella transmite conocimientos y diversión.

La dificultad llega cuando los espectadores tienen un fuerte sentimiento de que no deberían ver tantos programas como hacen y a pesar de ello se hallan extrañamente incapaces de reducir su visión.

De ahí que se deba desde edades tempranas fomentar otros hábitos y practicar un mejor control sobre nuestras vidas, dándole el adecuado espacio de tiempo a ese atractivo medio