Muy atinada la observación del profesor Joaquín Seng cuando, provisto de argumentos, comenta el abuso de pleonasmos en el habla cotidiana.

Se oye decir, por ejemplo, “caballerías de tierra”, a pesar de que al hablar de caballerías ya está implícita la idea de tierra, pues a ninguna otra materia se refiere esa medida, a menos que se especifique “caballerías de yuca, caballerías de maíz, caballerías de boniato”…

También es redundante la expresión “tareas a realizar”, pues el propio diccionario aclara que se llama tarea el trabajo que ha de realizarse en un tiempo determinado…

Y aunque el mismo mataburros académico ilustra el uso del sustantivo medida con el sintagma “medidas tomadas”, es lógico que si ese vocablo significa “prevención”, el adjetivo “tomada” entraña una repetición innecesaria.

Agua, que va a llover

Para algunos amigos resultaría una bendición que existieran represas de coñac, o de café, o de batido de mamey.

Pero hasta ahora sólo se conocen las que alimentan las lluvias, por lo que resulta ingenuo hablar de “represas de agua”, pues de ninguna otra cosa pueden ser los embalses.

Y a propósito de ingenuidades acuáticas hay que sumar a ellas la expresión “lluvias caídas”, porque los aguaceros son justamente (como dice la canción) de agua que cae del cielo.

En  inglés, cuando llueve a cántaros, se dice “it is raining cats and dogs”, o sea, “están lloviendo gatos y perros”, lo cual no es una metáfora, pues los torbellinos causados por trombas o tifones pueden arrastrar animales menores.

En Cuba se ha impuesto para esa circunstancia la expresión “tremendo palo de agua”.