Mezcla de tristeza y alegría se aprecian al leer las cartas o mensajes entrecruzados por José Martí con su hijo José Francisco y algunos de los escritos enviados al Maestro por su esposa, la camagüeyana Carmen Zayas-Bazán.

La primera referencia pública sobre su hijo es perceptible en la obra Ismaelillo, publicada en Nueva York, que, al decir de Cintio Vitier, en la imagen de José Francisco él descubre una nueva vocación humana y fuente de inspiración poética y existencial.

José Francisco, que solo vivió 52 espaciados meses de su vida junto al padre, no pudo menos que exclamar ante la infausta noticia de su muerte en carta a Gonzalo de Quesada. «Soy hijo y todo lo suyo me es sagrado».

En opinión de Eusebio Leal, director de la Oficina del Historiador de La Habana, esa expresión del hijo es identificación plena con Martí, con total afecto y verdadero amor por su progenitor.

Bella relación padre-hijo

A inicios del mes de abril del año 1895, José Martí y Pérez escribió a su hijo una carta de despedida, cargada de ternura y dolor, misiva en la que le deja como recuerdo la leontina, cadena colgante para sujetar el reloj del bolsillo.

Estando en Suramérica, específicamente en Venezuela, nuestro José Martí escribió el libro Ismaelillo, dedicado a su único hijo, con un contenido de amor y veneración donde dice: «Hijo, espantado de todo me refugio en ti, no por gusto lo llamó mi reyecillo, mi dueño, mi despensero».

En carta a Charles A Dana expresa: «Mi hijo es mi sueño». Y refiriéndose al libro que escribió dedicado a él, subraya. «Es la novela de mis amores con mi hijo».