Orgánicamente cuando la niña alcanza la pubertad sus mamas comienzan a prepararse para el embarazado, primero, y la lactancia materna, después.

Los pechos de la mujer están llenos de racimos de glándulas capaces de producir leche, las cuales se desarrollan durante el embarazo, cuando los senos y los pezones crecen.

En el período cercano al parto, ya se forma algo de leche, pero es la succión del niño lo que asegura la producción continua de esta y regula su flujo. Por eso, la frecuente expresión no tengo bastante leche carece de fundamento durante los primeros 4 a 6 meses de vida del bebé.

El problema radica en que no se está dando correctamente el pecho, algunas madres embarazadas o recién paridas aducen que no tienen los pezones adecuados para lactar, porque son pequeños o planos, pero la posibilidad real de esas características no impide la acción de lactar.

Leche materna: completa y adecuada

¿Cómo preparar los pezones durante los últimos tres meses de la gestación? Los especialistas sugieren un ejercicio: tirar de ellos y estirarlos lo más posible.

Esa operación debe realizarse dos veces al día, si los pezones son pequeños, tal manipulación contribuirá a que se hagan más grandes. También se evitará así la formación de grietas cuando empiece la lactancia.

En los primeros días después del parto aparece una secreción de color blanquecino, llamada calostro.  Esa leche concentra todos los elementos nutritivos que necesita el bebé, además facilita la expulsión del meconio o primeras deposiciones del niño, las que posteriormente serán de color oro, algo grumosas, más fluidas y con varias frecuencias al día.

El calostro también contribuye a reforzar el sistema inmunitario o de defensa del recién nacido contra enfermedades.