El 7 de diciembre de 1896, poco después de las 2 de la tarde, el Lugarteniente General del Ejército Libertador Antonio Maceo y Grajales libraba su último combate.

Desde hacía poco más de un año, al frente de su columna invasora, a la que se le unió el General en Jefe Máximo Gómez, desplegaba constantes y victoriosas batallas en las que demostró sus extraordinarias dotes de jefe militar.

Ese día, luego de cruzar la última trocha, una columna enemiga burló la vigilancia mambisa y penetró en el campamento insurrecto de San Pedro, en Punta Brava.

Maceo, al frente de su tropa, organizó la defensa y el avance español fue paralizado momentáneamente. Al lanzarse contra las avanzadas enemigas, cayó mortalmente herido.

Pensamiento y acción

Antonio Maceo Grajales fue un hombre colosal, que supo defender los intereses y principios de los revolucionarios que con las armas en la mano habían combatido en los campos de Cuba por la independencia patria.

Hasta el 78 había sido, fundamentalmente, un brazo armado de la revolución. Cuando fue preciso mostró que no le eran ajenas las cualidades de dirigente en el campo de la controversia política.

Maceo conocía todas las estipulaciones del Zanjón y las rechazaba, por tales motivos parecía no tener sentido aparente la entrevista pedida al general español Arsenio Martínez Campos. Había tregua hasta el 15 de marzo de ese año 78.

El Titán empleó ese tiempo para recabar el respaldo posible de los distintos grupos insurrectos. Casi en pleno, los de Oriente se lo dieron.

Ideario político

La capacidad de pelear de Maceo, su valentía sin límites, su pasión por la independencia y su disciplina y patriotismo, condicionaron su ideario político y actitud guerrera e intransigente.

La identificación incondicional del mayor de los Maceo con la causa cubana y la confianza que inspiraba en sus hombres, le permitieron ganar reconocimiento dentro de las filas mambisas.

La Protesta de Baraguá y la invasión a Occidente fueron heroicas empresas llevadas a cabo por el General Antonio. Ciertamente, tuvo pupila avizora con respecto al porvenir y señalaba al enemigo donde aún pocos lo veían.

“No espero nada de los norteamericanos, todo debemos fiarlo a nuestro propio esfuerzo”, dijo. En este nuevo aniversario de su caída en combate y la del Teniente General Panchito Gomes Toro, honremos sus memorias.

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