Por: Argelio Santiesteban

En la América Latina rural, abundan los nombres raros y arcaicos. Así, pululan los Audifacios, Dorilos y Leovinos.

Además, los calendarios han originado engendros como “Fiesta Cívica”, “Pentecostés”, “Difunto” (nacido el dos de noviembre), y otros por el estilo.

Se asegura que por aquí hubo algún Santoral al dorso.  En Cuba podemos encontrar una colección de “Robustianos”, “Abundios”, “Longobardos”, “Pluvios”, “Hemeregildos”, y alguno que otro “Aeropagito”.

No han sido pocos los rústicos que, como quien suscribe, se han llamado “Argelio”. En un Registro Civil santiaguero se apareció un montuno exigiendo que a su niño se le inscribiese como “Carlos Tres Palitos”. (Entiéndase Carlos Tercero).

Nombres muy intranquilizantes

Un residente del lomerío oriental quiso llamar a su hija “Clítoris”. (Implicaciones aparte, me parece un hermoso nombre, como de ninfa grácil).

Pero dígase, en justicia, que entre nosotros la nomenclatura excéntrica no se ha limitado al campo.

En plena ciudad se ha dado el caso de que al fruto de un esperadísimo alumbramiento lo llamaron “Ya-nací”. Por otra parte, la pareja de Pedro y Carmen, con las primeras sílabas de sus nombres, bautizaron a “Pecar”, un invento como para persignarse y ponerle los pelos  de punta a los beatos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la presencia de un dirigible de la marina norteamericana, en la comarca guantanamera, dio lugar a algún Usnávy, pues tales siglas mostraba el vehículo en su costado.

Peligros de los novelones

Tiempo hubo en que la niña nacía con grave peligro de ser llamada como la protagonista del último culebrón jabonero de réiting.

Así surgieron muchas “Sorayas”, “Norkas” y “Roxanas”.

Abundan las “Gemas” que no relumbran, las “Marilines” con menos curvas que una tabla de planchar, las “Vírgenes” de lo más alegritas, las “Santas” sin aureola, y las “Lesbias” que no nacieron en la isla de Lesbos.

Con el triunfo de la Revolución, al lograrse las conquistas ansiadas por el campesinado, hubo un INRA González o Fernández (de Instituto Nacional de la Reforma Agraria).

La casa nueva otorgada a una familia por el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda, posibilitó que presenciáramos, en un aula de primaria, las travesuras de cierto “Inavito”.

Esto sí que es ya el acabose

Hay un síndrome, la yamilorragia: “Yamilé”, “Yamilet”, “Yamilis”, “Yamiley”, y un largo etcétera.

No hay que ser un trasnochado guardián de la pureza, para advertir también cierto entusiasmo extranjerizante en el ambiente.

Pero en el pecado llevan la penitencia porque, ignorantes de lo mismo que se matan por imitar, terminan llamando Yóni al chiquillo, pero escrito con Y, O, N e I.

Por lo pronto, querida comadre y dilecto compadre que me escuchan, resístanse a la tentación de poner al chiquillo un nombre impronunciable, que evoque una grave dolencia, o un golpe fulminante de kárate.

Tengan piedad de maestros y empleados del Registro Civil, que ya bastante grande, por esta razón,  es entre ellos la incidencia de inestabilidades nerviosas.

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