Trocadero 162. En esa casa de la conocida calle capitalina vivió José Lezama Lima por casi 50 años.

Allí, en esta zona antigua de La Habana, desenvolvió su cotidianidad el autor de Paradiso. Decía él que no necesitaba salir de su casa “para estar en el lugar que quiera, cuando yo quiera”.

José María Andrés Fernando Lezama Lima nació el 19 de diciembre de 1910. Su infancia transcurrió feliz hasta los 9 años, pero la muerte prematura de su padre lo alucinó desde niño. “Esa ausencia me hizo hipersensible a la presencia de la imagen”.

Empezaba a nacer el poeta. Considerado uno de los más significativos escritores de la literatura hispanoamericana del siglo pasadoK; dirigió numerosas revistas literarias y Orígenes.

Cubanía insólita y apasionada

“La poesía vence a la muerte”, bajo esa advocación suya, José Lezama Lima desempeñó su obra poética. Pero su vocación literaria se expande tras la visita a La Habana del autor de Platero y Yo, Juan Ramón Jiménez.

De ese lance cauteloso y valiente nacieron poemarios como Aventuras Sigilosas y La Fijeza, que cierra su primer ciclo poético.

Principiando la década del 50 y hasta casi finales de ésta, aparecieron los ensayos Arístides Fernández, la Expresión americana y Tratados en La Habana, periodo este marcado por la reflexión.

“La imaginación, la fidelidad a las grandes causas, la bravura: Esos son los signos de la Isla”,  dijo Lezama, un cubano genuino y profundo que reveló su cubanía, al decir de Armando Hart, de “una manera insólita y apasionada”.

Paradiso, nacer de nuevo

Cubano genuino y profundo, su obra se fue imponiendo, no exenta de contradicciones ante una  realidad de no poca hostilidad entre arte, subdesarrollo y dependencia.

Corrían años difíciles aquellos en que escribió su primer libro Muerte de Narciso, definitorio de una nueva y original poesía, según el decir de expertos.

Con la aparición de Paradiso, Lezama se convirtió de pronto en centro de la atención intelectual. Un solo libro atrajo sobre él el reconocimiento que tan pertinazmente se le negara. “Fue para mí como nacer de nuevo después de 30 y tantos años de escribir miles de páginas.

Todas las puertas cerradas descubrieron su sentido, todo se puso a caminar hacia su definitiva sabiduría”, expresó entonces Lezama, quien luego escribiría La cantidad hechizada. Ya no volvería a publicar en vida.

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