¡Pobre diablo, que se cree extraordinario, brillante, irrepetible, genial, magnífico, formidable…! ¡Pobre tipo! ¡Pobre diablo! Sin abuela que le alabe los imaginarios méritos, las presuntas cualidades, tiene que darse auto-bombo, muy orondo pavoneándose, como si fuera un ilustre y encumbrado personaje.

Cuando él era adolescente y descubrió sus verdades, sufrió mucho su autoestima y se refugió en el arte para aumentar su valía y así mejorar su imagen.

Pero pronto se dio cuenta de que el mundo es un combate donde el de cara más dura es el que más sobresale; así se impuso la idea de que él es mejor que nadie, aunque el planeta da vueltas con millones de habitantes.

¿Por qué sufrir por la fama? El pobre diablo no sabe: la vida es un tren que pasa sin regreso ni equipaje.