Tatiana sola en el monte, sola en el monte Tatiana. Le da su amor a la tierra, la tierra le da guayabas y otros frutos que cosecha con humildad campechana.

En el monte que la alberga, ella cuida de sus cabras como si fueran amigas, las amigas más cercanas, y al tiempo que las ordeña les va contando sus ansias: que el hijo viene de lejos para aprovechar la calma y estudiar sin el bullicio ni nada que lo distraiga; que el amor es una perla que la ostra viva ampara, pero hay que bucear bien hondo para poder encontrarla.

El guano le cubre el rostro a Tatiana y la resguarda de un sol que hiere los ojos y que le araña la cara.Pero ella no se detiene porque el sol no la amilana, y aunque antes, al verse sola, desconsolada lloraba, hoy es más fuerte y capaz, pues la soledad no mata.

 

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