El que en guaguas se transporta por la ciudad de La Habana, ha podido comprobar que, al llegar a las paradas, un grupo de pasajeros que acechan en emboscadas, se lanzan al abordaje y montan… pero no pagan, y se quedan tan tranquilos como el que ha hecho una gracia.

“¿Qué son 40 centavos?» –dicen, si se les reclama.

Verdad: no es mucho dinero, pues la vergüenza es más cara; en cambio, la desvergüenza por sí misma se regala, y la falta de respeto se adquiere por casi nada (aunque al final cuestan mucho, como las cosas baratas).

Con personas como esas, sin pudor y solapadas, se está empeñando el futuro (y no sólo el de la guagua).

¿Pues quién pagará por ellas en el día de mañana?