Parada ante su hijo, la mujer se pregunta qué va a hacer con él. Ella es de esas personas que no tienen mucha paciencia y la poca que le queda la pierde con “las cosas de su niño”.

Se requiere de mucha calma para hacer frente a la educación infantil. Algunos definen la paciencia como la capacidad de tolerar, de sobrellevar alguna carga o a otra persona.

Otros, la ven como una balanza que se inclina hacia la alteración y el arrebato, que al aguante y la serenidad. La primera opción tiene la validez de respetar y tomar en serio las necesidades y los deseos de los demás, En este caso, nuestros  hijos, y hasta llegar a acuerdos con ellos.

La segunda transita por la intransigencia y la obcecación. Nadie lo duda, se necesita de mucha calma para criar y educar a los hijos, según las circunstancias familiares y la personalidad de estos.

Cuestión de serenidad

Se requiere de mucha serenidad para enfrentarse también con las enfermedades que en las primeras edades atacan con mayor frecuencia el organismo del infante: diarreas, vómitos, otitis, catarro, afecciones de la piel.

Etapa en la que el bebé inicia un periodo que suele llenar de preocupaciones a la familia. Mamá, particularmente, deberá armarse de mucha tranquilidad para que tanto a ella como a su hijo les resulte más fácil esta fase de la maternidad.

En general, esos primeros años resultan muy intensos y requieren de mucha serenidad, una característica personal que debe tener tanto la familia como los educadores.

Paciencia para aprender a dominar las emociones y erradicar los gritos y la tendencia al maltrato que tanto daña la formación infantil. Hay pautas y principios básicos para regirse.

Una maravillosa virtud

La educación infantil no es un proceso lineal y uniforme. De hecho, se enmarca en etapas, cada una con características propias y distintivas. A veces se comenten errores que atentan contra la necesaria armonía familiar.

No puede olvidarse que el niño exige afecto, cuidados y comprensión, tanto como buenos ejemplos y firmeza: Pero sobre todo, aplomo, compostura y paciencia, mucha paciencia.

Las decisiones, máxime cuando les afecten, tienen que ser explicadas y razonadas. Los gritos y la tendencia al maltrato físico o de palabra dañan la formación infantil.

La paciencia pertenece al grupo de cualidades que nos permiten el acercamiento al prójimo y, además de una maravillosa virtud, es el ingrediente primero del éxito en nuestros empeños, tanto personales como educativos, si de nuestros hijos se trata.

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