En el bregar diario del cubano, los difíciles avatares del transporte público son como una pesada piedra de Sísifo que, entre quejas e insatisfacciones, vuelve una y otra vez sobre las espaldas.

Bien conocidos son los factores que inciden en el servicio de transportación urbana de pasajeros, empezando por el incisivo bloqueo estadounidense que impide adquirir con la regularidad requerida nuevos carros, así como sus partes y piezas.

No obstante, el país realiza ingentes esfuerzos para elevar el parque de ómnibus, a lo cual se impone sumar el sistemático control de la disciplina en las terminales y en la ejecución de los planes de mantenimiento y reparación del material rodante.

Pero hay un elemento con un papel primordial en la calidad de ese servicio que tanto precisamos, y que no tiene que ver con recursos materiales sino humanos: la disciplina ciudadana.

Cuidar es merecer

Da la impresión, en ocasiones, que algunos insensibles tuvieron una educación diferente del resto de sus conciudadanos, o justamente por su comportamiento irracional quizás no recibieron ninguna.

Son esos los autores de infantiles grafitis estampados en el interior de los ómnibus; los que con actitud vandálica y sin el menor sentido de la colectividad, lanzan piedras y apalean los medios que todos necesitamos, algunos recién estrenados.

Son los temerarios ciclistas que se cuelgan de la defensa trasera de las guaguas urbanas, poniendo en riesgo su propia vida y la de muchos otros, pues la mortal pirueta es caldo de cultivo para la accidentalidad vial.

No faltan aquellos que fuman e ingieren bebidas alcohólicas y provocan riñas dentro de los vehículos. Al final pagan justos por pecadores la indisciplina de unos pocos irresponsables que no entienden que cuidar es merecer.