Si dos átomos de hidrógeno a uno de oxígeno enganchan, se formará una molécula como por arte de magia. Si cada persona ahorra un jarro de esa sustancia… (o pensando con extremo: si ahorra una cucharada), podremos tener más yucas, más hortalizas, más papas, más plátanos, más boniatos, más frutas y más malangas.

También más carne de cerdo y hasta más pollo y más vacas,… ¿y por qué no? Girasoles, azucenas, rosas blancas… Y más música, más fiestas, más escuelas y más casas.

Porque esa sustancia es vida, y si se la derrochara, aunque incolora, inodora y sin sabor, se vuelve amarga, pues con la sal de los huesos se trueca en sudor y lágrimas.

¡Cuídala, porque es bendita! ¡Cuídala, porque es sagrada! El agua que se derrocha pierde sus virtudes mágicas.