Científicos estadounidenses descubrieron un marcador cerebral asociado con la agresividad en niños incapaces de detectar cambios en algunas señales sociales lúdicas que interpretan como hostiles.

Al estudiar la onda cerebral P-3 registrada en infantes de entre 2 y 3 años, hallaron que quienes tenían picos pequeños cuando se enfrentaban con un cambio situacional, eran más agresivos que aquellos que registraban crestas mayores.

Los autores destacaron que la P-3 es parte de una serie de ondas cerebrales generadas cuando un individuo evalúa y responde a un cambio en el entorno. Por eso la identifican como un indicador clave en la agresión, además de estar asociada con la depresión y la esquizofrenia.

Identificar en una etapa temprana la predisposición a la agresividad en los niños es objetivo de esta investigación que pretende, además, ayudarlos a contener esos impulsos antes de la adolescencia.