El 27 de septiembre de 1933 llegaron a Cuba las cenizas del líder revolucionario y comunista Julio Antonio Mella, asesinado en México por orden del dictador Gerardo Machado.

Hacía poco más de un mes de la caída de éste y la situación política resultaba en extremo convulsa. A pesar de ello, el tributo al joven revolucionario que más hizo en tan poco tiempo, era impostergable.

El 29 de septiembre, las cenizas de Mella fueron veladas en un local de la calle Reina, en la capital cubana, y llevadas luego en brazos por el pueblo hasta las cercanías del Parque de la Fraternidad, donde lo iban a enterrar.

Niños de la Liga de los Pioneros acompañaban a los manifestantes. Paquito González Cueto, de sólo 13 años, se encontraba entre sus integrantes.

Un niño comprometido

Francisco González Cueto padeció las penurias de la pobreza. Nacido el 19 de octubre de 1919, cursaba el sexto grado cuando fue asesinado.

Su madre, una obrera cigarrera, trató de impedirle al menor de sus 5 hijos que asistiera al funeral de Mella, pero desde su temprana edad Paquito mostraba una conciencia clara, por lo que respondió que era su deber ir, aunque lo mataran.

Aquel 29 de septiembre de 1933, La Liga de los Pioneros, organización infantil del primer Partido marxista-leninista, se presentó en los funerales.

Paquito González, quien hacía poco había ingresado en la organización, marchó portando un cartel que decía: “!Abajo el imperialismo!”

Ejemplo para los pioneros cubanos

En su avance, la manifestación de duelo por la muerte de Mella cobró intensidad. De pronto se desató una brutal represión.

Charo Guillaume, la guía de la Liga de los Pioneros, trató infructuosamente de que Paquito González regresara junto a los demás compañeros. El niño continuó avanzando, negado a retroceder. Su cartel era el que estaba a la vista. Una lluvia de balas fue lanzada contra la multitud.

Aquel ataque provocó numerosos heridos y muertos, entre los cuales estaba el niño mártir Paquito González. Las cenizas de Julio Antonio Mella no pudieron ser enterradas entonces y permanecieron celosamente guardadas.

Desde 1976 reposan en el Memorial situado frente a la escalinata universitaria. Paquito murió honrando su memoria. Su ejemplo vive en los pioneros de hoy.