Amelia Peláez llevó a su obra, como una constante,  elementos esenciales de nuestro ambiente arquitectónico. Foto: La Jiribilla.

Amelia Peláez llevó a su obra, como una constante, elementos esenciales de nuestro ambiente arquitectónico. Foto: La Jiribilla.

La Habana, Cuba.- Nacida en Yaguajay, en la antigua provincia de Las Villas, en enero de 1896, Amelia Peláez del Casal fue fiel exponente de la vanguardia plástica cubana. Se conoce que los estudios regulares que cursó desde los 20 años en la academia de San Alejandro, afianzaron su vocación por la pintura.

También que durante el periodo en que vivió en París, a partir de 1927, se apropió inteligentemente de los preceptos del modernismo europeo. A su regreso a la patria, y radicada en su casa del barrio capitalino de La Víbora, se consagraría a su arte por entero, hasta el día de su muerte. Avanzados los años 30, Amelia Peláez tuvo definitivamente marcado el curso de su obra.

Expositora de elementos de cubanía

Amelia Peláez llevó a su obra, como una constante,  elementos esenciales de nuestro ambiente arquitectónico. Mezcladas las columnas, rejas y los arcos de medio punto, con frutas, flores y animales, a través de su peculiar trazo, uso del color y enmarcado negro, dieron lugar a inconfundibles naturalezas muertas y ambientes criollos.

En su obra Pez, perteneciente a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, la línea negra, que a veces ondula cual arabesco, equilibra los contrastes de los colores primarios, provocando una dinámica muy propia de la artista. La numerosa producción de pinturas, dibujos y cerámicas, evidenciaron la dedicación y excelencia de Amelia Peláez como exponente de la vanguardia plástica cubana.

Un regalo para el espectador

Era común que la pintora cubana Amelia Peláez, tomando como pretexto objetos, elementos arquitectónicos o figuras de plantas y animales, desplegara en su obra todo un mundo de ornamento.

De modo que la dinámica visual que provocan sus cuadros constituye un regalo para quienes los observan. Nacida en los finales del siglo 19, Amelia Peláez tendría una rica trayectoria artística que la llevaría a inscribirse entre las cumbres de las artes plásticas en Cuba.

Su obra fue expuesta en numerosas exposiciones en los Estados Unidos y en varios países de América Latina. Amelia Peláez, consagrada a su arte hasta el fin de sus días, ilustró libros, impartió clases, trabajó en la decoración de cerámicas y en la realización de murales.