Testigos presenciales e historiadores relatan que el asesinato de los jóvenes revolucionarios Ángel Ameijeiras (Machaco), jefe de Acción y Sabotaje del 26 de Julio en La Habana; Pedro Gutiérrez y Rogelio Perea (Rojito) durante el asalto a la residencia de Goicuría y O Farril, aceleró la conciencia política en la ciudadanía.

Ya no había duda: había que combatir hasta el final, ése era el significado que definiría al 8 de noviembre de 1958 en la capital.

Recién entrada la madrugada de ese día, integrantes del Servicio de Inteligencia Militar de la tiranía de Batista, irrumpían en un edificio, y con todo el poder de fuego de ametralladoras, segaban la vida de los tres jóvenes luchadores clandestinos, Ángel, Rojito y Pedro, tras un violento enfrentamiento calificado como el combate más intenso de la clandestinidad.

Los jóvenes, arquitectos de la Revolución

En el combate de Goicuría y O Farrill, en La Habana, fueron alevosamente asesinados por la tiranía de Batista, hace 60 años, Pedro Gutiérrez, Rogelio Perea (Rojito) y Ángel Ameijeiras (Machaco).

La esposa de este último, Norma Porras, luchadora clandestina, fue herida, apresada en estado de gestación, sufrió vejámenes y cumplió prisión. Estos hechos se recrean en el filme Clandestino, de Fernando Pérez.

En la Historia de Cuba los jóvenes han sido hacedores de la Revolución: entregaron sus sueños, energías y vidas por la justicia, dignidad y soberanía de la Patria.

Así fue en el Moncada, Humboldt 7, la Sierra Maestra, Girón y la lucha contra bandidos, entre otros.

Haciendo honor a sus antecesores, hoy la juventud trabaja por el desarrollo económico y construye el socialismo.