Cuba ostenta resultados incuestionables en su Medicina, con logros tan notables como el crecimiento de la expectativa de vida al nacer y la disminución de la mortalidad infantil, con 4 por cada mil nacidos vivos, la más baja hasta ahora.

Pero no siempre fue así, en la época en que nació y vivió Carlos Juan Finlay Barrés, el científico cubano por cuya fecha de nacimiento celebramos cada 3 de diciembre el Día de la Medicina Latinoamericana, otras eran las condiciones sanitarias.

Finlay trascendió a su propio siglo. Hijo de padre escocés, de profesión médico, y madre francesa, nació en Camagüey, en 1833.

Graduado de Medicina, en los Estados Unidos, una vez en Cuba el joven Carlos Juan ejerció la profesión y revalidó su título en la Universidad de La Habana.

Descubrimiento histórico

Carlos Juan Finlay se entregó al trabajo de su profesión. Le ocupaban el tiempo, las epidemias de cólera, el paludismo, la tuberculosis y el tétanos infantil. Pero sobre todo, la fiebre amarilla.

Con rigor científico y extraordinaria paciencia, Finlay se fue adentrando en el estudio de la enfermedad y lo que pudiera provocarlo. Ya para entonces era conocido por su bondad y su competencia como médico.

Tras su ingreso en la Academia de Ciencias de La Habana, Finlay presentó y leyó allí numerosos trabajos sobre sus observaciones y estudios de la fiebre amarilla.

Una idea que a muchos les podía parecer un poco rara, comenzó a hacerse clara para él.

Finalmente, relacionando el incremento del mal con la invasión de un tipo de mosquito, llegó a la conclusión de que era la hembra del Aedes Aegypti el agente trasmisor.

Benefactor de la humanidad

Cuando Carlos Juan Finlay presentó durante una Conferencia Sanitaria Internacional su hipótesis, fue tildado de loco. En 1884, el médico cubano mostró un trabajo que fue compendio de todos sus experimentos.

En los años sucesivos, divulgó internacionalmente las principales medidas sanitarias para evitar las epidemias de fiebre amarilla, las cuales se aplicaron exitosamente 3 años después en Cuba, Panamá y otros países.

Y aunque se orquestó una campaña para atribuirle al norteamericano Walter Reed la paternidad del descubrimiento de Finlay, la verdad se abrió paso.

El Pasteur cubano, considerado benefactor médico de la humanidad, fue propuesto en 7 ocasiones para el Nobel de Medicina, con la oposición siempre de los Estados Unidos.