Los hijos de Cuba vivimos un momento trascendental, más que como meros pobladores y patriotas, como ciudadanos de la República, la que tenemos hoy y la que puede ser configurada con la voz de todos.

Luego de 42 años de promulgada la vigente Constitución, nos proponemos una reforma total de nuestra ley primera y, fruto de 5 años de trabajo, ya contamos con el Proyecto de una nueva Carta Magna que será sometido a debate nacional a partir de hoy.

Se abrirá un espacio para la construcción de consensos ante el que no podemos subestimarnos, pues en la posibilidad y el deber cívico de decidir el futuro de los de esta Isla descansa el peso de un país, en el que todos somos constituyentes.

Ninguna disconformidad a primera vista deberá hacernos presa de la inercia, la autocensura o el conservadurismo, y anular a esa condición de ciudadano que todo noble proyecto emancipador necesita.

Una necesidad histórica

Mucho ha llovido desde la proclamación de la actual Carta Magna, años en que la Revolución cubana ha madurado como proyecto humanista que vio desintegrarse a la Unión Soviética y siguió resistiendo bajo el bloqueo de Estados Unidos y otros vaivenes de la arena internacional.

Desde entonces, la nación ha experimentado profundos cambios para preservar lo conquistado y alcanzar el desarrollo sostenible, sin renunciar a principios que nos han reservado un lugar digno en el mundo.

La hoja de ruta de ese empeño fraguó en los Lineamientos del Partido y la Conceptualización del Modelo Económico cubano, documentos que fueron consultados previamente con el pueblo, igual que lo será el Proyecto de Constitución que ahora los refrenda como una necesidad histórica.

El texto propuesto tiene una visión actualizada de nuestro tejido social, sin desatender retos comunes de la humanidad; no es el edicto de un aldeano vanidoso.

El Partido del pueblo, el pueblo del Partido

El Proyecto de Constitución tiene como savia esencial el pensamiento del líder histórico de la Revolución cubana, quien entendió desde su fecunda mocedad que la unidad era la máxima divisa para lograr la emancipación martiana de con todos y por el bien de todos.

Por ello se reafirma en el texto el papel rector del Partido Comunista de Cuba, único, martiano, fidelista y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación, que no es electoral ni está por encima del pueblo, sino que simboliza su unidad.

Ya la historia de esta tierra sufrió la charlatanería del multipartidismo burgués, que solo servía a los intereses de una élite.

Para que nada se haga de espaldas al pueblo, como quiso Fidel, ahora los cubanos tienen la palabra para decidir si la ley primera de la República seguirá siendo el culto a la dignidad plena del hombre, como quiso el Apóstol.