La Habana, Cuba.- Disponen las lenguas de procedimientos diversos para enriquecerse y satisfacer sus necesidades expresivas y de comunicación.
Se forman palabras nuevas a partir de los afijos, que son partículas dotadas de contenido y aportan sus significados a las raíces y radicales de los vocablos.
Los prefijos son los afijos que se colocan delante, como sucede en reformar, deformar, conformar, informar, transformar…
Los sufijos son las partículas pospuestas a la raíz o radical; por ejemplo, amable, amante, amoroso, amistoso, amigable…
Por eso encontramos en una misma familia de palabras términos contrapuestos, como ocurre en los derivados del verbo servir, entre los que hallamos conceptos tan dispares como servicial y servil…
Cuentapropista y escachalata
Juntando vocablos se forman palabras nuevas, como los compuestos sacapuntas, bocacalle, salpafuera, electronuclear…
Siguiendo ese procedimiento han sido creados los cubanismos cuentapropista (que designa al que trabaja por cuenta propia) y escachalata (con que se nombra al que recoge latas de cerveza y refresco y las aplasta para que ocupen menos espacio al transportarlas).
El pueblo, las masas, crean y aceptan o rechazan los nuevos vocablos, que suelen demorar mucho tiempo para imponerse y expandirse.
Así, por más que algunos repitan insistentemente ese innecesario e irracional invento de tarde-noche, la multitud hablante no lo acogerá mientras perdure la sonora y exacta palabra anochecer…