Con el ritmo habitual de la vida, cada vez más ocupada, dormir puede parecernos improductivo, pero el hecho de no estar despierto, no significa que dejan de ocurrir cosas en nuestro cuerpo.

Durante esas 6, 7 u 8 horas diarias de sueño pasamos por diferentes etapas. Cuando despertamos en la primera sentimos que no hemos dormido nada.

Y justo en esta fase es cuando más fácil lo hacemos; es el momento en que los músculos se relajan y comienza el movimiento ocular más lento, uno de los actos más conocidos en el proceso del sueño.

En la segunda etapa las ondas cerebrales son lentas y tanto el ritmo cardíaco como la presión arterial se vuelven irregulares.

Lo cual significa que durante gran parte de la noche el corazón y el sistema vascular reciben un muy necesario descanso.

El sueño y sus etapas

Durante la segunda etapa del sueño nuestra respiración y el latido del corazón se vuelven regulares, la temperatura del cuerpo desciende, perdemos la sensación del lugar en que nos encontramos, las ondas cerebrales se hacen más lentas y el movimiento de los ojos cesa.

Un poco más tarde, la presión arterial cae y los músculos se relajan aún más.

La tercera etapa es nuestro sueño más profundo y cuando las ondas cerebrales se transforman en restaurativas, lentas y de gran amplitud.

Prácticamente la mayoría de nuestras funciones corporales se ralentizan durante ese tiempo y comienzan a repararse. La energía se restaura. También es la fase en la que las personas caminan dormidas, hablan o comen.

Mientras que el sueño REM es donde experimentamos sueños vívidos, al decir de los expertos es el momento en que el cuerpo está fuera de combate.