A diario seguramente consumes cafeína, un estimulante natural que pertenece a la familia de los alcaloides.

Además de las fuentes más populares como el té y café, la cafeína se encuentra también en refrescos de cola, bebidas energéticas y algunas medicinas.

Diversos científicos en 1994 concluyeron que, como muchas drogas, la cafeína ingerida en altas dosis es químicamente adictiva. Al consumirla es absorbida por el intestino delgado y esparcida por la sangre, y entre sus particularidades sobresale su fácil emulsión tanto en agua como en grasas.

Por esa razón es capaz de penetrar la barrera entre la sangre y el cerebro y entrar en ese órgano. Químicamente hablando, la cafeína es muy similar a la adenosina, una molécula encargada de muchos procesos celulares como la respiración.

La cafeína y los cambios en el cerebro

El 80 por ciento de los adultos consumen a diario cafeína, y es tan común que a veces se nos olvida que es una droga.

Al ingerir cafeína se genera un estado de alerta y energía por pocas horas, pues no fluye la adenosina, molécula encargada de generar un estado de cansancio.

Algunos estimulantes naturales, como la dopamina, trabajan mejor cuando la adenosina está bloqueada, y las glándulas suprarrenales generan adrenalina.

El síndrome de abstinencia a la cafeína se comienza a notar tras 24 horas de haber dejado de consumirla. Los síntomas más comunes son el cansancio mental y físico, dolor muscular, problemas de concentración y un cerebro menos alerta.

Además, las personas en proceso de desintoxicación presentan cambios en el humor y palpitaciones.

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