Los días que precedieron a la victoria de la Revolución fueron alegres, pero también difíciles y confusos. La reacción militar y la anarquía por igual amenazaron a la Revolución triunfante.

Gracias a la serena energía de Fidel, sólidamente afincado en Santiago de Cuba, la rápida marcha de las columnas del Che y de Camilo sobre La Cabaña y Columbia y la colaboración del proletariado, superaron la crisis.

El día 2, la Caravana de la Libertad salió de Santiago de Cuba, tal como había anunciado un día antes Fidel desde los balcones del Ayuntamiento de esa ciudad.

Al paso de las columnas rebeldes por Bayamo, Holguín, las Tunas, Camagüey, Sancti Spíritus, Santa Clara, Cienfuegos, Matanzas, el entusiasmo popular era inmenso y desbordado.

En Columbia, la voz del héroe

La concentración en Columbia resultó impresionante. Tras la entrada de la Caravana en el otrora bastión del tirano, se escuchó la voz del líder, clara y premonitoria, pronunciando uno de sus más medulares discursos.

Aquel polígono repleto de personas que lo esperaron durante horas, escuchó su discurso sin perderse detalle. “El pueblo había ganado la guerra, tenía que prepararse para ganar la paz y conquistar el porvenir”, diría entonces.

Hasta pasada la medianoche se escucharon sus palabras, anunciándonos un futuro en que los sueños serían superados por la realidad.

En la memoria, los rostros barbudos, la sonrisa de Camilo, la paloma de inmaculado plumaje en el hombro de Fidel, como un símbolo.