A más de medio milenio de su fundación Santa María del Puerto del Príncipe, Camagüey, se muestra enigmática ante quienes la descubren y también ante aquellos que nacieron en ella y cada día la recorren.

En la localidad, las tonalidades, caracterizan sus espacios, su carácter majestuoso, los ocres, los tonos rojizos de las tejas y los tinajones, el barro, recuerdan su edad, sus amplios patios y sombreados callejones.

El paisaje urbano de la ciudad, visto desde las alturas, se presenta como plato roto; una laberíntica y caprichosa red de calles, callejuelas y callejones.

Camagüey, la ciudad de los tinajones, la de las frecuentes plazas y las esbeltas iglesias posee, gracias a las raíces ibéricas de la arquitectura y el urbanismo de las primeras villas cubanas, unos cincuenta callejones.

Sobresalen en Camagüey sus callejones y sus curiosos y ocurrentes nombres, los más populares en el ambiente lugareño son el de Las Niñas, del Sacristán, Mojarrieta, Apodaca, Cuerno, Magdalena, Soledad, Correa, el de Las González, Fundición y Triana.

También los hay de singulares características que los convierten en símbolos de la ciudad, como el más pequeño, conocido como el callejón de la Miseria, hoy Tula Oms, con sólo cuatro metros de largo por dos de ancho, situado en la plaza de Bedoya.

El más estrecho de la ciudad es el del Cura, con casi ochenta centímetros de ancho, así, la ciudad de Camagüey con sus más de cinco siglos de vida, asombra cada vez que se habla de ella, pues siempre hay algo nuevo que salta a la vista, algo que sorprende aun cuando sus hijos la ven y sienten diariamente.