El entrenador deportivo Armando Yera Godoy nos propone hoy un tema del que poco se habla en Cuba, pero existe como en todo el mundo; se trata del Trastorno Dismórfico Corporal o Síndrome de la distorsión de la imagen.

Este consiste en una preocupación o ansiedad exagerada por algún defecto en la apariencia de una persona aparentemente normal, ya sea inexistente o de valoración desproporcionada.

Yera Godoy nos comenta que la raíz de la palabra está en Dismorfia, la mujer más fea de Esparta, y entre 1 y 2 % de la población mundial, aproximadamente, sufre de este síndrome.

Apunta que esas alteraciones imaginarias o pequeñas pueden corresponder a la cara, estatura, abdomen, glúteos, pechos, piernas o al peso corporal.

Respecto a este último, las personas maltratan su cuerpo con dietas convulsivas y terminan en anorexia o bulimia.

Una añeja enfermedad que se enmascara muy bien

El Trastorno Dismórfico Corporal es una enfermedad que conduce al deterioro de la calidad de vida, a la Fobia social, y en los casos extremos la tasa de ideación suicida está alrededor del 80%, explica Armando Yera Godoy.

Para que se tenga una idea, apunta el entrenador deportivo, en el 2003 ese trastorno afectaba a más de 5 millones de personas en Estados Unidos.

Fue descrito por primera vez en 1891 por el italiano Enrico Morselli, el que acuño el nombre de dismorfofobia en cinco años después.

El Trastorno Dismórfico Corporal fue reconocido por la Asociación Psiquiátrica Americana en 1987.

Entonces se cambió el nombre de dismorfofobia a Trastorno Dismórfico Corporal.

Una sólida autoestima, antídoto para muchas fobias

El entrenador deportivo Armando Yera Godoy nos comenta que las personas afectadas por el Trastorno Dismórfico Corporal tienden a realizar interminables horas de ejercicio físico extremo, e incluso llegan a la cirugía estética, a la bariátrica, la liposucción e implantes.

Agrega que quienes la padecen piensan que esa es la solución a problemas existenciales y vivénciales y que les llevaran a conseguir el éxito personal.

Esa obsesión o adicción, y temor a verse disminuido ante los demás, o de parecer ridículo, afectará la autoestima.

Yera Godoy destaca que como tratamiento nada mejor que la prevención, la cual se logra con una educación familiar basada en el amor, confianza y seguridad, lo cual formará una sólida autoestima y determinación.

En casos severos, sentencia, es necesario ver a profesionales de la psicología y la psiquiatría.