Monumento de Dos Río que marca el sitio donde murió Martí

La Habana, Cuba. – Al partir Máximo Gómez a molestar el convoy de Bayamo, queda con José Martí una guardia de doce hombres, de acuerdo con sus Diarios de campaña.

El 17 de mayo de 1895, última de sus célebres notas, guarda hacia el final una observación sutil, hecha como de paso: Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre.

El día 18, el Apóstol prefiere comenzar una extensa carta a su amigo mexicano Manuel Mercado. Sus biógrafos lo muestran a la luz de una vela, a la hora en que posiblemente solicitaba de su ayudante la vieja libreta en que llevaba los Diarios, dispuesto ahora a dar forma a lo que se considera su testamento político.

La carta a Mercado queda interrumpida por la llegada de Bartolomé Masó, quien manda acampar en la Vuelta Grande, a escasos dos kilómetros de Dos Ríos.

Mi honda es la de David

El 17 de mayo de 1895, la escasa tropa de Máximo Gómez y José Martí es avisada de la cercanía de una columna enemiga.

Gómez, que esperaba a las huestes más numerosas de Bartolomé Masó, decide adelantarse y emboscar a los peninsulares. Martí permanece en el campamento, en un sitio conocido como La Bija.

Ese día las acotaciones de sus Diarios de campaña comienzan dando cuenta de la contingencia. Gómez sale con los cuarenta caballos a molestar el convoy de Bayamo, apunta, pero no alude a que una lesión inguinal es la causa de su sujeción al campamento.

La del 17 de mayo es la última anotación de sus Diarios, y esa, al igual que las dos precedentes, resulta concisa, tensa de pormenores, como si hubiera decidido reservar las consideraciones más solemnes para su última carta.

Yo soy bueno y como bueno

En la célebre carta a Manuel Mercado, comenzada el 18 de mayo de 1895, José Martí insiste en lo que ha repetido más de una vez en sus Diarios de campaña.

Está dispuesto a deponer, si así lo manda el bien de Cuba, toda la autoridad que le viene de su esfuerzo descomunal para liberarla.

Al día siguiente, 19 de mayo, se le verá todavía arengar a la tropa, que con los hombres reunidos de Gómez y Bartolomé Masó, sobrepasa los 300 jinetes.

El combate se hace inaplazable, y Gómez reclama al Apóstol mantenerse con Masó, mientras él tratará de descabezar a la formación española. Poco después se sabrá que Martí no quiere rehuir el peligro y se lanza a pelear.

El enemigo supone que es suficiente con arrebatar su cuerpo, pues no puede comprender que él va hacia la gloria.