Niños en Cuba. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

Habría que preguntarse qué propósito cumplen las comparaciones. Los padres aprenden sobre los procesos de desarrollo viéndolo en otros infantes. Analizando las diferencias entre uno y otro niño pueden visualizar toda una escala.

Lo preocupante es la ansiedad que suscitan estas comparaciones; en lugar de aceptar al hijo que tienen, a veces quieren meterlo en el molde del niño “ideal”. El peligro de las igualaciones, aducen los especialistas, es que se puede acabar infundiendo en el menor una sensación de inferioridad.

Un ejemplo, los varones son más lentos en el desarrollo motor que las hembras, pero muchos padres de chicos quieren que estos sean rápidos y dinámicos.

Lo importante es que cada pareja se concentre en sus propios hijos y se complazcan en verlos desarrollarse, antes que ajustarlos a nociones de “niños promedios.

 Existen las individualidades

 Cada niño es un ser único. Por eso es también importante que los padres sepan que, además de las diferencias propias de la edad, existen otras llamadas características individuales, que están en relación con las particularidades de su actividad nerviosa superior, la asimilación de los conocimientos, de las nuevas habilidades y el desarrollo del lenguaje transcurren con ritmo diferente y por distintos medios.

De esto depende el ritmo de desarrollo neuropsíquico de los niños, aseguran algunos expertos. Justamente por eso, los padres no deben realizar comparaciones de ningún tipo entre los niños, ya sean hermanos, primos o amigos.

La conducta infantil dependerá de las relaciones que se establezcan en el hogar y del trato diferenciado que reciban los más chicos según sus características y edades. Ello influirá en el aprendizaje social y la orientación del niño, estimulado siempre por sus maestros hogareños.