Versa un viejo refrán que, detrás de un gran hombre hay una gran mujer y ese es el caso de los cientos de féminas que con su quehacer diario en las casas de tabaco, escogidas y despalillo contribuyen a que los vegueros cubanos sean reconocidos en el mundo.

Ejemplo de ello lo constituye Cándida Denis Vega, quien nació ciega pero esa condición física no le impidió aprender el arte de trabajar la solanácea.

Vinculada a la Finca El Valle, de Vuelta Abajo, perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios Isidro García, del campesino José Antonio Rodríguez, Cándida participa siempre que la salud se lo permite en la ensarta y escogida.

Con la maestría de quien domina su oficio, ensarta hoja por hoja con la precisión de un reloj ante la mirada asombrada de quienes visitan por primera vez la finca, como parte del programa de actividades del Festival del Habano.

Mujeres en el anonimato

En la finca El Valle, ubicada en el municipio de San Juan y Martínez, labora Cándida Denis Vega, a quien el nacer ciega no le impide dedicar gran parte de su vida a la escogida y ensarta del tabaco.

A su lado y siguiendo sus pasos trabaja su hija Daidenis Pupil Vega. La joven, de solo 18 años, combina sus estudios en la Facultad Obrero Campesina con algunas horas como ensartadora en la Casa de Tabaco, junto a otras mujeres encargadas de realizar esa vital tarea.

Como ellas hay cientos de féminas que con manos diestras, escogen, despalillan e incluso confeccionan los reconocidos Habanos, considerados los mejores puros del mundo.

Ejemplos similares se repiten en cada renglón económico de nuestro país donde la mujer tiene gran protagonismo tanto en los procesos productivos como en los puestos de dirección.