El tema relativo al respeto de los derechos humanos es tal vez uno de los más controvertidos en la arena internacional.

Y es que no pocos en el planeta suelen abordarlo e interpretarlo a partir de sus propios intereses y concepciones, lo que lo convierte en materia para mil y una manipulaciones.

A la vez, esa manera de acercarse al tema encierra no pocas trampas, como aquella de utilizarlo para estigmatizar a ajenos, incluso con abiertas miras agresivas.

De manera que a tono con todo lo anterior, es común que ciertas sociedades con historias y acciones oscuras en torno a las prerrogativas de los ciudadanos, coloquen a buen recaudo sus deleznables pecados para arremeter, mediante la amplificación de visiones distorsionadas y parciales, contra el proceder de aquellos a quienes consideran enemigos a muerte.

Campeones de pacotilla

Es el caso, por ejemplo, de la sociedad capitalista y de sus máximos exponentes, los grupos norteamericanos de poder, empeñados en presentarse al mundo como adalides de las prerrogativas ciudadanas a pesar de un insano y destructivo historial en ese sensible terreno.

Y es que resulta difícil ocultar que en la propia formación de su estado imperial, esos segmentos destrozaron y marginaron por completo a las poblaciones autóctonas, esclavizaron a millones de africanos traídos violentamente para servir de mano de obra forzada en sus plantaciones y grandes palacetes, y forjaron un prolongado contexto discriminador que aún no ha desaparecido del todo.

Un escenario donde tener otro color de piel, un idioma diferente, o una posición económica modesta, se considera sinónimo de fracaso, atraso e incapacidad.

Sin argumentos

De ahí que no pocos en el mundo no puedan esconder su indignación cuando los voceros de sociedades excluyentes y discriminadoras por excelencia pretenden elevarse hasta el trono de los pretendidos justos y fustigar sin mayores miramientos al resto del orbe.

Y es que no se puede hablar de reconocimiento y respeto al hombre y sus derechos cuando se espía dentro y fuera del país la privacidad de cuanta persona se les antoje. O cuando cerca del diez por ciento de la fuerza de trabajo nacional se ve impedida de ganarse la vida honestamente. O cuando decenas de miles de niños militan en la pobreza y el abandono, las armas se venden como golosinas, y un elevadísimo número de familias carecen de seguro médico o pierden sus viviendas por carencia de fondos para enfrentar las hipotecas.