“El solo hecho de que nos hayamos conocido, me hace muy feliz, al menos a mí”

“¡Encontré el amor de mi vida!” Lo anunciaba en Facebook, vamos a pensar que, porque tanta felicidad no le cabía en el cuerpo y necesitaba compartirla con los demás; al final de cuentas, es deber humano causar placer y no pena y, a quién no le causaría placer que alguien –aunque no le conociera o nunca le haya visto más que el rostro en una foto- hubiese encontrado lo que todos buscan y pocos hallan.

La historia no resultó tan dramática como en las novelas televisivas, ni tan inolvidable como las que se cuentan en los libros (aunque no tenga un final feliz). Se conocieron en Facebook, a los seis meses se casaron, a los dos años él la llevó para su país y hoy, al más puro estilo de Roxette; ella confiesa en la intimidad de un chat que, aún con dos anillos y bajo el mismo techo: (…) Él con alguien, yo con él (…)

No hay tiempo para preguntar porque ella, en un acto que parece de confesión y autoconsuelo, dice – o más bien escribe- sin parar: “A mí me va bien, no me arrepiento, mi familia está mejor que nunca y al final yo sé que él y yo no nos vamos a separar”… Y así, “en altas y bajas”, ya pasaron casi tres años.

*****

Ella si disfrutó de una verdadera escena de novelitas rosas. Se convirtió en mujer en un cuarto alumbrado con velas y en una cama donde no faltaban los pétalos de rosa. Fue su primer novio, su primer beso, y hasta ahora la historia más bonita de su vida.

Esa historia quedó en el preuniversitario, pero dejó una ilusión que se apagó muy bruscamente. De ahí en lo adelante: bajando la cabeza, olvidando el orgullo y enterrando el amor propio, ha sufrido casi todo lo que se puede sufrir entre los 18 y los 25 años, la etapa que los adultos llaman la mejor de la vida.

*****

Y ella, le tiene tanto miedo a la soledad, que ni siquiera la posibilidad de tener cerca un hombre -¿cómo decir loco sin decirlo?… “emocionalmente inestable”; que la humillaba con las palabras más crueles y que hoy la ignora como se ignora  a un juguete viejo (cuando me acuerdo, te utilizo…) le da fuerzas para dejar de llorar porque él regrese.

*****

Él no, él es feliz, muy feliz con su única relación que ya pasa de los cinco años. Es tan feliz que los sacrifica todo por ella, que no piensa en él ni en sus sueños si ella no está presente; que cree que no va a encontrar otra mujer como esa y poco a poco, sin darse cuenta, todo queda en segundo plano cuando está ella: amistades, profesión, todo por ella.

*****

En estos tiempos convulsos hasta el amor se cuestiona. Y hoy, que se celebra el Día de San Valentín, alguien pregunta si el enamoramiento también murió en el periodo especial, lo digo –explica- porque hace rato que yo no conozco una pareja de enamorados.

Los amigos a su alrededor al momento dejan escapar las carcajadas. Sin embargo, nadie le contestó, después de la risa, llegó un silencio que hacía incómoda la escena incluso desde la distancia. Más tarde, se habló de otro tema, quizás porque ya nadie quiere debatir sobre lo que no tiene certezas, hay demasiadas incertidumbres en esa sociedad y las dudas sobre el amor, ni los más grandes filósofos de todos los tiempos las han podido zanjar.

Bienvenidas sean las historias como la de Horacio y la Maga, la de Florentino Ariza y Fermina Daza o como la de Elizabeth Bennet y Fitz William Darcy, pero preparémonos también para esas que no se han escrito porque son demasiado duras, porque quizás solo una mente como la del Marqués de Sade pudiera imaginar.

Y, ojalá, cuando toque un momento como ese, podamos mantener la palabra constante y la sonrisa perfecta; porque solo las almohadas pudieran describir lo que algunos resisten por el dichoso miedo a la soledad, la falta de autoestima y la poca fe en que existe alguien por quien vale la pena esperar.

Eternamente Yolanda: