Allí, en la Patria de Bolívar y Chávez donde ya estuvo antes cuatro años, amanece día tras día Ronald Hernández, y no solo para sanar las heridas o calmar el dolor, sino para curar el alma de sus pacientes.

Desde el 13 de enero último este médico cubano, el mismo que también combatió el ébola en Liberia, volvió a Venezuela a ofrecer lo que bien sabe hacer: un trato humano y digno.

En los dos consultorios donde trabaja, en el estado de Anzoátegui, atiende a todos. No pregunta a ningún enfermo por su afiliación política o pide dinero. Su ética médica se lo impide.

Y es que -destaca Ronald- el profesional cubano de la salud se forma bajo los principios del altruismo e internacionalismo que nos legaron Martí, Che, Fidel y Raúl. Compartimos lo poquito que tenemos, no regalamos lo que nos sobra, enfatiza.

Es esa la verdad de nuestros médicos, y no como intentan dibujarlos desde las tácticas imperiales.

Un pueblo agradecido

Muchas son las anécdotas que narra Ronald Hernández, y todas marcadas por el agradecimiento del pueblo venezolano. Hasta nos confiesa que ha vuelto a tomar café porque -expresa- duele rechazarlo cuando un paciente agradecido te lo brinda.

En nuestra conversación a través de la red social Twitter, este médico natural de Holguín, aunque vive en Las Tunas desde 2013, rechaza categóricamente las maniobras imperiales contra Cuba y la nación bolivariana.

Cada nueva patraña es más de lo mismo, atacar a dos países con algo que el Gobierno de Estados Unidos no ha podido garantizar: la salud de su población, afirma.

Antes de terminar el diálogo, habla nuevamente de su pasión, de atender a la gente, examinarla y llegarle al corazón. Y entonces vuelve al trabajo, al deber solidario, no como agente o soldado cubano, sino como una especie de embajador de salud y alegrías.

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